
Comenzamos el quinto mes de nuestro reto de escribir una novela en un año y la cosa se va poniendo cada vez más interesante. Ya tenemos personajes y trama bien definidos, así que ahora nos metemos de cabeza en todo lo que rodea a la narración. Ojo, que aún no nos hemos sentado a escribir como tal la novela, pero cada vez queda menos…
Hoy os quiero hablar de un tema muy interesante: la voz del escritor y por qué debes buscar la tuya.
Todos tenemos una voz propia. No me refiero a la voz física, esa que te sale ronca los días de resaca o nasal cuando estás resfriada. Hablo de esa voz interior, esa voz que te hace ser como eres y expresa tu personalidad. Todos tenemos una, independientemente de si nos dedicamos a escribir o no hemos cogido un boli en nuestra vida más que para rellenar la quiniela. Tu madre no se expresa igual que tu hermano, ni tu jefe lo hace igual que vecina.
Nuestra voz es algo único y se va conformando a lo largo de nuestra vida. Tiene mucho que ver con nuestras vivencias y nuestra educación, pero también con nuestra propia personalidad. Un ejemplo para que lo veáis muy claro: todos tenemos anécdotas que nos han ocurrido en grupo, ya sean divertidas o terroríficas. Sin embargo, aunque los hechos son los mismos, la narración de esta anécdota a otra persona cambia de manera sustancial dependiendo de quien sea quien la esté contando.
Si os hablo del nacimiento de mi sobrino no va a ser la misma historia la que os cuente yo a la que os va a contar mi hermana, y no solo porque ella lo vivió de manera más íntima (ejem), es que nuestras maneras de ser y expresarnos son muy diferentes. Esto puede ser también la voz del narrador, que no es lo mismo que la voz del escritor, mucho cuidado, y de esto hablaremos el próximo día.
La voz del escritor es tu voz más íntima, y no me quiero poner demasiado espiritual, pero sí que es cierto que es tu voz más pura, más personal. Cuando hablamos de la voz del escritor no nos referimos al narrador de tu historia (eso es otra historia y debe ser contada en otra ocasión) aunque en muchas ocasiones puede confundirse. Hablamos aquí de una voz que es fácilmente distinguible sea cual sea la historia que cuente y tener una voz única es algo a lo que aspira todo escritor.
Todos conocemos a autores cuyo estilo es fácilmente distinguible. Da igual la historia que cuente, su esencia siempre sigue estando presente. Tengo un amigo (no es escritor) que da igual que te esté contando una película dramática, una clase con sus alumnos o problemas familiares que siempre va a hacerte reír. Tiene esa manera única de transmitir, de contar y esa voz tan personal es suya y solo suya.
Ahora bien, encontrar esta voz no es fácil. No hablamos solo de un estilo, es algo más, algo quizás inaprensible que es lo que hace que encontrarla sea tan difícil. Ray Bradbury habla de ello en Zen in the art of writing (libro ultrarecomendable que por desgracia está descatalogado en español). El autor viene a contar que, cuando comenzó a escribir, imitaba el estilo de aquellos autores que le gustaban. No era plagio ni tampoco un homenaje consciente. Era, más bien, un intento de emular aquello que tanto le gustaba leer para contar sus propias historias.
Esto es lo más normal del mundo. A escribir se aprende escribiendo y ya sabemos que hay que escribir mucho para mejorar. Es natural que nuestros primeros escritos recuerden a los de otros escritores y, como digo, no es una cuestión de plagio consciente, sino más bien de falta de madurez como escritor. NO pasa nada, no llores, tiene solución. La primera de todas es leer. Leer mucho y a escritores muy diferentes entre sí. Leer géneros distintos, de autores muy dispares, para así ayudarnos a definir la voz de otros autores y, ya que estamos, encontrar la nuestra.
Para encontrar nuestra propia voz, Bradbury nos propone fijarnos en aquello que más nos emociona y ponerlo en una lista. ¿Te gusta Camela? Perfecto, apúntalo. ¿Mojar los sandwiches de nocilla en el colacao? errrEstupendo. ¿Y qué tiene que ver la nocilla y Camela con mi voz de escritor? Pues mucho, aunque no te lo creas. Y es que son las cosas que nos apasionan las que nos hacen levantarnos de la cama y ponernos a escribir, las que conforman nuestra personalidad única e irrepetible.
Para Bradbury su vida giraba en torno a los dinosaurios, la bibliotecas, los circos, las naves espaciales. Todo eso, unido a su manera de ver la vida, la suma de sus experiencias personales, todo eso es lo que hace que tenga una voz tan bien diferenciada. Da igual que hable de máquinas del tiempo o de asentamientos en Marte, la voz de Bradbury está ahí, la reconocemos, y para el lector resulta una experiencia conocida, cercana, con la que se siente cómodo y a gusto.
Daría uno de mis brazos (el izquierdo, si puedo elegir) por escribir la mitad de bien que Bradbury, pero me temo que eso solo está al alcance de unos cuantos genios. Sí que está a mi alcance desarrollar mi voz como escritora, hacer que mi manera de expresarme y de transmitir sea única, aunque no sea sencillo y conlleve un buen esfuerzo. Al fin y al cabo, ser original y tener un estilo propio es lo que todos queremos, ¿no? aunque después todas vayamos de Zara
Escucharnos a nosotros mismos es complicado, y no hablo solo desde la faceta de escritores. Estamos sobrestimulados, rodeados de cosas que nos distraen y llenan nuestra mente y pasamos poco tiempo con nosotros mismos, a solas. Puede parecer una tontería, pero si te pones a pensar cuanto tiempo pasas mirando el móvil, leyendo, viendo una película, conversando, etc, te darás cuenta del poco tiempo que pasas de verdad a solas con tu mente.
Al principio cuesta, pero hay que hacer el esfuerzo. No hablo de sentarse y pensar ¿Quién soy? ¿Dónde voy? y demás (aunque si te ayuda, adelante), sino más bien de escuchar las historias que tienes que contarte a ti mismo. ¿Son historias dulces o de terror? ¿Te centras en la parte emocional o en la estética? Escribe para ti y solo para ti, cuéntate esas historias y tu voz personal irá saliendo, poco a poco. Escúchala, tus lectores te lo agradecerán.