
No sé si lo sabéis, pero yo soy muy de apuntarme a todo lo que veo. Esto se aplica a la vida en general y, como no podía ser menos, a la literatura en particular, así que cuando vi el proyecto Adopta una autora no pude resistirme a participar. Por si no sabéis de qué va, en este proyecto cada participante adopta a una autora en concreto para investigar a fondo sobre su vida y obra. La mía, como podéis ver, es Frances Hodgson Burnett, una autora que me encanta y que creo que más allá de un par de obras es prácticamente desconocida en nuestro idioma.
¿Quieres saber más?
Para esta primera entrada he preferido centrarme en su biografía, porque os aseguro que su vida da para mucho. Más adelante me centraré en sus obras y en diferentes aspectos de su vida como escritora, pero creo que es mejor comenzar con una visión global de su vida ponernos en situación y poder profundizar más adelante.
Frances Eliza Hodgson nació en Inglaterra en 1849, en una familia más o menos acomodada. Su madre provenía de una buena familia y su padre tenía un negocio de ferretería que funcionaba bastante bien, proporcionando a la familia comodidad y seguridad. Sin embargo, su padre murió cuando Frances sólo tenía cuatro años dejando a la familia prácticamente en la ruina. Aunque su madre intentó hacerse cargo del negocio pronto se dieron cuenta de que aquello no funcionaba, teniendo que mudarse cada vez a casas más pequeñas. Mientras, la pequeña Frances comenzó a leer gracias a su abuela y a una corta estancia en un colegio para señoritas, donde por primera vez vio libros de hadas y botánicos, que condicionarían su visión sobre la infancia que luego podríamos leer en obras como La princesita o El jardín secreto.
En 1865, cuando Frances tenía dieciseis años, se hizo evidente que la situación familiar no iba a mejorar por lo que la madre tomó la decisión de mudarse a Estados Unidos, concretamente a Knoxville, donde residía su hermano, con intención de comenzar una nueva vida. Para entonces, Frances ya había escrito varios relatos y empezaba a publicarlos en diferentes revistas literarias, por lo que pronto se convirtió en el sostén económico de su familia, especialmente tras la muerte de su madre en 1870. Tres años más tarde se casó con Swan Burnett, un vecino que al que le descubrió autores como Charles Dickens o Sir Walter Scott. La familia vivía entre Europa y EStados Unidos, mientras que Swan seguía estudiando para perfeccionar su carrera como médico y Frances continuaba escribiendo. Por supuesto, seguía siendo la gran fuente de ingresos de su familia, además de tener que cuidar de dos hijos y mantener un hábito de escritura, lo que la llevó a una depresión con la que tendría que luchar el resto de su vida.
Sin embargo, sus obras tenían cada vez más éxito, llegando incluso a tener que meterse en problemas legales al ver que sus obras se representaban de manera pirata (de esto os hablaré otro día con detenimiento porque simplemente me fascina). También en esta época escribirá La princesita y Little Lord Fauntleroy, dos de sus obras infantiles más conocidas, a la vez que continuaba escribiendo dramas románticos dirigidos a un público más adulto. En 1890, sin embargo, muere su hijo mayor, y esto la devuelve a la depresión profunda, dejando de escribir durante una larga temporada.
Más tarde se divorciará de su marido Swan, lo que causó gran escándalo en la puritana sociedad de la época. Que, además, un par de años más tarde ella volviera a casarse con Stephen Townsend, un actor más joven que ella, después de haber vivido juntos sin estar casados no ayudó mucho a su buen nombre y es que a pesar de ser una reconocida y reputada escritora la decencia de la mujer siempre debía ser lo primero.
Este segundo matrimonio fue, en sus propias palabras, el gran error de su vida, ya que él solo quería su dinero y controlarla todo lo posible. Tras residir en Maytham Hall, una gran mansión en Inglaterra de cuyos amplios jardines surgiría la idea para El jardín secreto, Frances volvió a Estados Unidos en 1907, done vivió hasta su muerte en 1924. Tenía 74 años y en los últimos años de su vida se vio obligada a escribir más por mantener su fastuoso nivel de vida que por verdadero placer. Daba fin así a una vida llena de altibajos, de matrimonios desgraciados y luchas contra la puritana sociedad de la época, pero, sobre todo, una vida llena de literatura e historias maravillosas que siempre quedarán en nuestro recuerdo.